Cuenta el Evangelio de Lucas, capítulo 24, que iban dos discípulos de Jesús camino de Jerusalén a Emaus. Venían de visitar la tumba del Señor crucificado tres días antes en Jerusalén, la encontraron vacía. Iban charlando sobre aquel misterio, cuando de pronto Jesús se les apareció, pero ellos no lo reconocieron. Jesús los regañó por su falta de fe, finalmente sus ojos se abrieron y admitieron el milagro. Uno de los dos, llamado Cleopas, invitó a Jesús a cenar con ellos a su casa en Emaus.
Durante siglos, generaciones de eruditos se han estrujado los sesos tratando de determinar dónde queda la dichosa Emaus, el lugar donde Jesús hizo su primer acto de presencia al resucitar, sin duda uno de los acontecimientos más significativos del Nuevo Testamento. La dificultad se debe a que distintos manuscritos de los evangelios indican dos distancias diferentes entre Jerusalén y Emaus. En algunas versiones se dice que la distancia es de 60 estadios (Un estadio = 184 metros, total 11 kilómetros aprox), en otras se dice 160 estadios (30 kilómetros aprox). Y eso sin mencionar otras fuentes fuera de los evangelios que complican la identificación aún más.
Nada menos que cuatro sitios diferentes han sido identificados como Emaus. En dos de ellos fueron erigidas iglesias que conmemoran el lugar del milagro. La primera donde se encontraba la ciudad romana Nicópolis, la segunda donde hoy se encuentra la aldea árabe Abu Gosh. Yo me quedo con la primera por una obvia razón. ¿Qué es lo primero que haría cualquier persona crucificada y sepultada, al mismo instante de verse libre luego de tres días? ¡Ir corriendo al baño! ¡Imaginen qué gran alivio debe haber sentido Jesús! O al menos eso fue lo que pensé al encontrarme allí con este cartel:
Está claro que aquí es el verdadero Emaus.
Y ahora dejando de lado el chiste, vale la pena visitar Emaus, admirar los restos de su basílica bizantina y el museo con mosaicos de la misma. La entrada cuesta sólo 5 shekels por persona. Se puede dedicar el día a un paseo temático incluyendo otros sitios cercanos, como el Monasterio de Latrún y las iglesias de Abu Gosh. Que también puede ser un paseo culinario, Abu Gosh es famosa por el humus de sus restaurantes y en Latrún los monjes venden el vino que ellos mismos producen.
1 comentarios:
Bello lugar, interesante entrada. Me encanta conocer estos lugares -aunque sea de manera virtual-. Gracias.
Saludo cordial.
Ramón
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