El puerto sumergido


Cesarea Marítima fue construida por el Rey Herodes entre los años 22 al 10 a.c. Como toda ciudad romana que se preciara de tal, tenía su teatros, hipódromos, baños públicos y templos. Pero sin duda el edificio más asombroso era el puerto. Con un muelle que se adentraba ochocientos metros hacia el mar, era el puerto más grande de la época en todo el este del Mediterráneo. Pero lo sorprendente no era sólo su tamaño sino el hecho de no estar basado en una bahía natural, sino en la construcción artificial. ¿Por qué no construyó su puerto en la Bahía de Haifa, poco más al norte, donde hoy se encuentra el principal puerto de Israel? Por un motivo sencillo: esa zona no formaba parte de sus dominios, la Provincia de Judea, sino que pertenecía a la Provincia de Siria. Cesarea era lo más al norte que podía construir sobre la costa, y Herodes no era de esos que dejara que minucias como la madre naturaleza impidieran sus colosales planes arquitectónicos. Ordenó traer de Italia cantidades industriales de un tipo de ceniza volcánica que se vuelve sólida al sumergirse en agua salada, para construir su gran muelle.

Sobre la colina adyacente al puerto, mirando hacia el mar, construyó un gigantezco templo que los navegantes podían ver desde las lejanías, dedicado a la diosa Juno, a la gloria de la ciudad de Roma y al César Augusto. En honor a este último tambén dedicó el nombre de la ciudad. Qué nadie diga que Herodes no era agradecido con quien lo colocó en el poder. Ni que construía templos sólo a sus súbditos judíos, al parecer no tenía problema en honrar al Dios de Israel y a los dioses paganos a la vez, la política por encima de la religión. Del templo a Juno no queda más que el recuerdo, cuando el Imperio Romano se convirtió al cristianismo fue desmantelado y en su lugar se construyó una iglesia, que a su vez fue destruida siglos más tarde. Tampoco el puerto puede divisarse hoy en día casi, salvo con equipo de buceo. El muelle comenzó a fracturarse unos cien años después de la muerte de Herodes y ya no hubo quién lo reparara. En los siglos siguientes la naturaleza se cobró su venganza y las aguas acabaron por tragárselo. Nos queda la imaginación, (con un poco de ayuda de la maqueta y el video en el centro de visitantes), para ver el puerto como se veía en su momento de mayor esplendor, hace unos 2000 años.