Año 638. Tras dos años de asedio, las fuerzas árabes al mando del califa Omar ibn al Jattab logran entrar en la ciudad bizantina de Jerusalén. La conquista árabe de Palestina estaba prácticamente asegurada, pero aún quedaban enclaves bizantinos hostiles en la costa mediterránea. Los bizantinos, que eran maestros del mar, intentaron bloquear la expansión árabe mediante una férrea resistencia. La ausencia de una flota naval musulmana facilitó la entrega de suministros y la llegada de refuerzos desde Constantinopla, protegiendo las ciudades costeras de Cesarea y Ashkelón, que finalmente cayeron en los años 641 y 644 respectivamente. A mediados del siglo VII, mientras la guerra continúa en otros frentes, comienza en la Tierra de Israel el periodo árabe antiguo.
Este periodo se divide en tres grandes etapas principales: califato omeya (661-750), califato abasí (750-969) y califato fatimí (969-1073). Debido a que el Imperio bizantino poseía la supremacía naval en el Mediterráneo oriental y central, los árabes construyeron fortalezas a lo largo de la costa con el objetivo de evitar la reconquista cristiana de Palestina. De las fortalezas erigidas durante el periodo árabe antiguo la que mejor se conserva se encuentra en la ciudad de Ashdod.
Este complejo era parte del sistema árabe de defensa, que consistía en una cadena de fortalezas, fortines y torres ubicados de manera estratégica entre la costa y la ciudad de Ramle, la capital provincial. Estas fortificaciones mantenían entre ellas contacto visual, de modo que pudiesen pedir auxilio en caso de emergencia. Todavía hoy en día pueden verse los restos de un fortín construido sobre una pequeña colina a 2 km al este de Kalat al Mina, en uno de los barrios residenciales de Ashdod.
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