El sarcófago de Ashkelón


Sarcófago significa en griego "comedor de carne". Los griegos no comprendían del todo el proceso de descompocisión del cuerpo, les sorprendía que al dejar el cuerpo en una caja de piedra cerrada, al tiempo quedaran sólo los huesos sin la carne. De allí proviene el nombre. Este sarcófago fue encontrado en los años 70 cuando se construyó el barrio Afridar en la ciudad de Ashkelon. Se exhibe en el museo de la calle Hanasí.

Data de finales del siglo II o principios del siglo III, probablemente haya sido fabricado en Grecia o Asia Menor e importado por encargo. Solamente los ricos se daban semejante lujo, a los pobres los enterraban directamente en la tierra sin tanta pompa. En la tapa aparecen dos figuras sin rostro. Se supone que allí deberían estar talladas las caras de los difuntos. El sarcófago se importaba con esa parte incompleta, luego un artista local lo completaba. No sabemos si es que no consiguieron un artista local que finalice la faena o si los fallecidos eran tan feos que prefirieron no dejarlo registrado para la posteridad. O si acaso el sarcófago nunca llegó a estrenarse: fue encontrado vacío. Lo que sí está claro es que estaba destinado a dos perosnas, probablemente marido y mujer.

La escena representada proviene de la mitología griega: el secuestro de Persepone. Hades, dios del mundo de los muertos, se enamora de la hermosa Persepone y envia a Hermes, dios del comercio y recadero oficial de los dioses, a que se la traiga al submundo. La que no queda nada conforme con el asunto es Demeter, madre de Persepone y diosa de la agricultura. Demeter se declara en huelga y se marcha tras el rastro de su hija hasta el infierno. Lo cual afecta gravemente la producción agrícola. Y como siempre que hay rencillas entre los dioses los que pagan los platos rotos son los seres humanos, que en este caso se mueren de hambre. Hasta que el patrón Zeus toma cartas en el asunto. Tras largas negociaciones gremiales llegan a un acuerdo. Demeter se puede pasar cada año una temporada con su hija, pero también tiene que volver a la tierra y hacerla florecer la temporada siguiente. Así nacen las estaciones del año.

Es curioso que justamente en un ataúd tallen una escena que simboliza la resurrección y la vuelta a la vida que es la primavera. Hay otros símbolos de resurrección, como el gallo, que anuncia el renacimiento del día con la salida del sol cada mañana. Pareciera que los hombres nunca aceptamos del todo la idea de la muerte y la esperanza de la resurrección nos acopaña hasta el mismo entierro.

Éste es sólo uno de los muchísimos hallazgos arqueológicos de Ashkelon. Una ciudad muy antigua. Hace 4000 años, cuando Jerusalén aún no era más que una aldea, Ashkelon ya estaba amurallada. Vale la pena visitar el Parque Nacional de Ashkelon y echarle un vistazo a los restos de diversas épocas.

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