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Muro de los Lamentos o Muro Occidental. Fotógrafo: Gabriel Colodro. |
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El Templo de Jerusalén, sobre una plataforma plana, rodeada de cuatro muros. Maqueta de Jerusalén a fines del período del Segundo Templo, Museo de Israel. |
El Muro de los Lamentos es un pequeño resto de uno de los muros que construyó Herodes, el muro que estaba al oeste del Templo, por eso se lo conoce también como Muro Occidental. El muro de Herodes era mucho más grande, cerca de 500 metros de largo y 30 de alto, la pequeña parte que hoy llamamos Muro Occidental es la mitad de alto y tiene sólo 70 metros de largo (sin contar las partes que están bajo tierra y se ven en los túneles, etc). Originalmente no era una parte integral del templo propiamente dicho, no tenía una función religiosa sino de ingeniería: sostener la plataforma sobre la cual se eregía el Templo. Pero después que el Segundo Templo fue destruido por los romanos en el 70 D.C. fue una de las pocas partes que quedó en pie. No la única, pero sí la más cercana al Lugar Santísimo o Santo Santuario, la parte más sagrada del Templo, donde sólo entraba el Sumo Sacerdote una vez al año, en Yom Kipur, a pedir perdón por los pecados del Pueblo de Israel (y donde hoy en día está el Domo de la Roca con su cúpula dorada). Por eso, con el tiempo, el Muro de los Lamentos se fue transformando en lugar de oración, hasta convertirse en el principal sitio de culto del mundo para el pueblo judío. Aunque el lugar más sagrado sigue sin ser el muro en sí mismo, sino el Lugar Santísimo que está detrás.
¿De qué nos lamentamos en el Muro de los Lamentos? De la destrucción del Templo, la destrucción de Jerusalén y la expulsión de los judíos. Los judíos mantenemos hasta la actualidad costumbres de luto para lamentar la destrucción de Jerusalén. Un día al año de ayuno, Tishá Beav, para recordar la caida de los dos templos, el primero y el segundo, y otras desgracias acontecidas a nuestro pueblo casi en la misma fecha (no confundir con Yom Kipur o Día del Perdón, otra fecha en la que también se ayuna). Cuando una pareja judía se casa, la ceremonia termina con el novio pisando y rompiendo una copa, simbolizando la destrucción de Jerusalén. Antes de pisar la copa el novio recita el Salmo 137: "Si me olvidare de ti Jerusalén, se olvide mi mano derecha, se pegue mi lengua al paladar, si no recordare, si no pusiere a Jerusalén por encima de mi propia alegría" (traducción propia). Tan central es el recuerdo de la destrucción de Jerusalén, que incluso lo ponemos por encima de nuestra alegía (על ראש שמחתי), incluso en el día más alegre de nuestras vidas (bueno... depende... con quién se case uno, pero supongamos que es el día más alegre). El mismo salmo también se recita antes de la circunsición, cuando se celebra el nacimiento de un hijo varón.
Se acostumbra dejar papelitos con peticiones en los orificios del muro. No sólo los judíos, también gente de otras naciones y creencias. Cuando Salomón construyó el Primer Templo, pidió a Dios que cupliera allí todas las peticiones, incluyendo las de los extranjeros. "Asimismo el extranjero, que no es de tu pueblo Israel, que viniere de lejanas tierras a causa de tu nombre (pues oirán de tu gran nombre, de tu mano fuerte y de tu brazo extendido), y viniere a orar a esta casa, tú oirás en los cielos, en el lugar de tu morada, y harás conforme a todo aquello por lo cual el extranjero hubiere clamado a ti, para que todos los pueblos de la tierra conozcan tu nombre y te teman, como tu pueblo Israel, y entiendan que tu nombre es invocado sobre esta casa que yo edifiqué." 1 Reyes 8:41-43 (RV 1960).
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Dejando una petición en el Muro. |
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