A pesar de la existencia del Templo de Jerusalén, construido por Salomón, la idolatría continuaba siendo una práctica común en el reino de Judá. En varios yacimientos arqueológicos judaítas, como Tel Arad o Tel Beersheva, se han encontrado restos de templos y altares destinados al culto religioso.
En el año 622 a. C., el rey Josías, descendiente directo de David, decidió erradicar los santuarios de culto extranjero o sincretista de la periferia del reino. Pero la reforma de Josías no se limitó a la destrucción de los templos rurales. Sus medidas generaron la primera gran revolución en la historia del judaísmo: la adoración exclusiva a Yahvé en un único lugar (Jerusalén), la observancia centralizada y nacional de las principales fiestas judías (Pésaj, Shavuot y Sucot) y la aprobación de un conjunto de leyes sobre la justicia social y el bienestar personal.
Templo rural judaíta hallado en las excavaciones de Tel Arad (siglo VIII a. C.) |
Esta segunda ley, que da origen a la tradición deuteronómica de la Biblia, enfatiza la importancia de Jerusalén como capital nacional y religiosa del pueblo judío. El Deuteronomio fue hallado -o escrito- precisamente en un periodo de crisis de unidad de Israel.
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